Tuesday, March 29, 2005

La pieza

Hoy es de esos días en que por amanecer un poco más tarde, acabé haciendo ese tipo de cosas que te llevan a lo inesperado, como encontrar ese objeto que buscaste por todas partes, deseperado, y que nunca había spodido encontrar. Ya cuando te diste por vencido, de eso hará.... dos años? tu memoria bloquea entonces el difícil duelo de la pérdida y entonces te hallas, como hoy en la mañana, en esos días inútiles, duchado y dispuesto a comenzar una nueva jornada. Pero entonces te dai cuenta que tu dormitorio está de la misma forma como lo dejaste. Pero a eso hay que agregarle la cantidad de objetos recogidos y almacenados en la repisa, de los que ya no sólo no te sientes identificado, sino que además permanecen, como una señal de que a lo mejor es necesario hacer algo al respecto, y tomar una decisión acerca de su destinación o atesorarlos como joyas inmutables.Entonces me dediqué durante la mañana o desordenar y luego recoger y clasificar todos los objetos, pelusillas, botones, pesos, y pedazos de cualquier cosa que se me presentaba. Mientras sacaba algunos papeles de mi escritorio que está vez sí iba a botar sin consideraciones de arrepentimiento alguno, quedó entre mis manos aquella hermosa artesanía por donde emana el verde aliento de la alegría complaciente. Aquel objeto con forma de garra y anatomía ergonométrica. Aquella hermosa piedra de la locura como escuché en una canción: Mi Pipa.
-Uhhhhh quée weena!!- exclamé.

Entonces ahora si estaba satisfecho con poder poner las cosas en orden, deseando -si no es mucho pedir-, encontrar las dos terceras partes de compacts perdidos en algún lugar de la galaxia.

Demás está decir que la pieza es el Universo de mi configuración. En ella está presente un acopio de imaginario, de aquel imaginario que me acompañó hasta los 17 años y ,luego fue recibiendo esporádicas visitas de fin de semana.

En la repisa por ejemplo, encontré muchos crucifijos, que seguramente habían sobrado de los campamentos de verano, o de las jornadas que se hacían en mi colegio.-Desechado-

También estaban dos objetos de yeso que alguna vez recogí de la mudanza de mi abuela, cuando hace diez años se vino a vivir con nosotros. Uno era un chino pelao con la barba muy larga, al que le tenía puesto una tapita de Stic-Fix y le había pintado los ojos con lápiz scripto azul.
El otro era un poeta ( así le llamo yo) recostado y con su codo apoyado en el suelo, que me mira cada vez que despierto . A éste le había puesto la funda de esos audífonos de los personal estéreos de finales de los ochenta, que tapaba su calva cabeza.

El chino era de un color blanco mármol, y el poeta era de un verde envejecido con atún, pintados ambos por mi abuela como prueba de haber hecho un curso de policromía, luego de haber enviudado también a finales de los ochenta.

De ellos no me desharía sino hasta el último momento, pensando que a pesar de que son simples y ordinarios objetos de yeso, ejercían sobre mí un extraño magnetismo, del cual sólo ahora puedo darme cuenta.Quizás porque son la significación estética de tu comportamiento, o porque constituyen un yerto testigo de tus adolescencias y el desprendimiento provoca sin lugar a dudas algún grado de modificación espacial que al mismo tiempo me provocará más de alguna alteración.

Imagina también la presencia un cuadro gigantesco. Una tela pintada al óleo por mi hermana, cuando intentaba tirar sus primeros trazos de una fracasada trayectoria como pintora. El cuadro lo había recogido de la bodega de los cachureos y consistía en una abstracción llena de trazos furiosos y multicolores que rozaban un sol en pleno cenit y una media luna que lo medio envolvía. De entre los trazos, parecía emerger un hada que también me contemplaba cuando despertaba en las mañanas.Mi hermana se había dado por vencida en su intento de hacer un cuadro bonito , y en su rabia y frustración hizo el cuadro más hermoso que pudo haber hecho. Una de las manos estampadas estaba dispuesta de tal forma que parece una cara humana y algunos dedos se asemejan a gruesos rayos azules.Entonces había decidido que ocuparía un lugar especial en mi repisa , que se conforma como un rectángulo de madera clavado en medio de la pared que enfrenta la cama.

Como si fuese una instalación , delante del cuadro había colocado un bajorrelieve de la Virgen María, recuerdo de mi pasada por el Colegio Marista de San Fernando. Me acordé de un amigo boricua que estudió en los Maristas de una ciudad de Puerto Rico, que un día me comentó que para lo único que le había servido ser educado en un colegio de esa congregación transnacional ,que forma a los niñitos bien de los pueblos chicos de latinoamerica, era por "el profundo amol que le tengo mi madre,que me inculcaron lo helmanos". Toda la razón. Seguramente por eso estaba a los pies del cuadro, como la protagonista indiscutida de una vigilancia compartida por un chino viejo y un poeta pretencioso, así como-prosiguiendo con el inventario- un elefante -alcancía de greda que alguna vez había roto que después reconstruí con una capa de plasticina azul y con una pintada con tempera de todos los colores que le dieron finalmente un aspecto mutante , hasta hoy, cuando en un acto simbólico , volví a destruírlo, pero ahora definitivamente, aplicando la "solución final"al paquidermo decadente y al poeta que fusilé, no sin antes haber pensado en algún tipo de indulgencia. Es como si representara mi desgracia y mi felicidad, el actor de la obra cuyo dramaturgo soy yo mismo, y cuyas líneas fue aprendiendo a medida que me contemplaba.
Curiosamente también tengo otra alcancía, que está en la misma repisa.Tiene la forma de un balón de gas rojo.Me la regaló la nana que tuvimos cuando chico y que nos cuidaba mientras mis viejos trabajaban.Con ella veíamos las teleseries brasileñas de la tarde y llamábamos a los espíritus . La Lucy era dueña de una poderosa carcajada que se escuchaba varias cuadras a la redonda. Me pregunto que será de ella.

Encontré un collar de cuero que me regalaron mis papás de su viaje a Bahía, a finales de los noventa.Es bonito, y tiene una tortuga hecha con la madera de un árbol de cocos.Ahora lo llevo puesto.

Completa la instalación una foto de mi familia, que data del verano del 2002. Estamos en la salida del Teatro Municipal de Concepción, donde asistimos a la ceremonia de titulación de mi hermano, el primer médico de la familia. Nuestras caras son de alegría, y estamos todos muy elegantes bajo un sol de mediodía. Nos vemos radiantes.Obvio.

Fue interesante todo este ritual de desechar lo que ya no quiero tener. Aún no decido que hacer con el cuadro, pero por mientras lo tengo condicionalmente fuera de mi vista. A la Virgen la colgué en otra parte,cerca de mi cama, porque aunque me haya desprendido de las tres cruces por metro cuadrado que encontré esta mañana,a las madres hay que quererlas.

Lo mejor vino entonces cuando empecé a sacar los papeles que tenía en mi mochila.Porque aún cuando no encontré compacts, sino al contrario, me dí cuenta que había perdido nuevamente unos cuantos, hallé en uno de los bolsillos, algo que recompensó el totalmente lo hecho : Un poco de hierba para alimentar mi pipa. Salud!.

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