Hoy caminaba a las siete y media de la mañana por la plaza de mi pueblo, y me saluda la vecina, que manejaba su camioneta en dirección a no sé donde, mientras pensaba en no sé que cosa, pero creo que se sorprendió al verme tan temprano, caminando con terno y corbata, con un maletín de cuero que me deja moretones. No hay nada como la claridad de la mañana, con su frescura silenciosa y con los sonidos de escobas barrenderas y persianas levantándose en medio de pasos cotidianos de quiénes como yo, se desplazan a hacer algo que funciona con horarios.
Esperaba reponerme del insomnio durmiendo en el bus hacia rancagua, pero me fui media hora de pie, amontonándome en una fila con olor a desodorante y pelo mojado.Mi pierna derecha comienza a dormirse y mi estómago reclama mayores atenciones. Terminal.
Estoy a tiempo para comerme un berlín y tomarme un jugo al lado de la Corpo. Pregunto si tienen vuelto de diez lukas. Al final me hago el regalón y me fían. Las chiquillas no le fían a cualquiera.
Son las nueve. Tengo turno.
la mañana transcurre lenta y cuento los minutos para llegar a las doce. Es emocionante ir a tribunales, y esperar en el mesón como los cuadernos rosados llegan a mis manos, con sus apasionantes historias de relevancia jurídica.
Es ahora mi espalda la que necesitaría un par de masajes ricos.
Camino por rancagua, con Carito, una compañera de la Corpo, con quién me encontré en la Corte, y quién me dice que los certificados de Alegato no se encuentran en los Escritos de Copia Ella siempre me rescata de esas cosas. Su papá fue jinete de la hípica, y vive cerca de donde se construirá el casino de juegos más grande de latinoamerica.
Almorzamos juntos en el patio de comidas del nuevo orgullo de los mineros: El Mall.
Generalmente como en un casino donde como colaciones, pero esta vez quiero comer cualquier mierda, y elijo una hamburguesa cara y vomitiva.
Me habla de su pololo quién le pregunta por celular con quién está almorzando. Ella juega con el hecho de ponerlo celoso.
Son las tres. Turno de la tarde.
El calor no puede ser más insoportable, y el olor a conjunto de los postulantes, me produce un poquito de jaqueca.
Llega don Manuel. Le cuento que me fue bien en su causa, y que pudimos revocar una sentencia. Me muestra la foto de su viejita, y me dice que sólo él puede hacer los trámites en el centro. Su señora apenas puede moverse. Al final me gusta que me hable de cualquier otra cosa.
Me sentí súper bien con el hecho de que se haya puesto contento. Me dió un abrazo y para mí eso fue lo más importante.
La tarde transcurre rápida y calurosa.
